El golpe no es el inicio como tampoco es el fin. Ni la violencia es solo física ni sus consecuencias acaban con la desaparición del último moratón. La huella queda, existe y es notable. El miedo, la culpa, la dependencia, el aislamiento y el trauma sexual que siguen a los episodios violentos pueden acompañar a quienes los sufren para siempre.